EL MAR, el tiempo que casi nos teje
                    el olvido como una mentira, el espejo donde 

                    las manos parecen destinos muy crueles, el mar. 

                    El cuerpo que tanto abrazábamos 

                    los domingos de rocío y de nata, los pájaros 

                    volviendo a su universo húmedo, el cielo 

                    de las doce, 

                    el cielo inextinguible de tus muslos sin trazos de aurora. 

                    El cálido lenguaje de algunos muchachos

                    con la edad entre sus lágrimas, 

                    la jerga tibia de las niñas: ven 

                    y nos morimos, atrozmente, tras los juncos. 

                    El mar, el ramaje remoto de todas las caricias.
 

 
 

De (TÉCNICAS) PARA ABRAZAR UN OSCURO NOMBRE 1985

 


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